Colombia: El Manual del estúpido para manifestaciones.

Todo lo que se podía hacer mal frente a la molestia social en Colombia, se hizo. Las protestas eran casi seguras, pero la escalada de violencia a la que hemos llegado sin duda era evitable. El enojo contenido desde 2019 sólo fue detenido por la pandemia, pero el confinamiento sólo agravó la ira al empeorar las condiciones de vida, dar más tiempo para conversar e informarse y hasta el proceso contra Álvaro Uribe colaboró al disgusto. La mesa estaba servida para que la justificada indignación llenara las calles.

Y como si el objetivo hubiera sido enfurecer a la ciudadanía, el presidente Iván Duque lanzó su reforma tributaria. Con toda honestidad, la reforma es necesaria, la propuesta del gobierno nacional tenía algunos méritos, pero el imperdonable error de cargar la mano sobre la clase media. Se necesitaba un pequeño golpe para que la bola de nieve empezara a rodar y Duque lo dio.

La ocurrencia del tribunal de Cundinamarca aquel 27 de abril donde se ordenaba aplazar las marchas hasta que hubiera garantía de la bioseguridad sólo hizo que oliera a desesperación y con ello se avivó el deseo por ir a las calles.

Y a partir de entonces, desde el primer día, el gobierno de Duque y los gobiernos locales de todos los signos se han esmerado por responder de las peores maneras posibles. La presencia de la policía y del ESMAD cuando todavía no eran necesarios sirvieron para irritar a una ciudadanía ofendida. La acción desmedida por parte de las fuerzas policiales y del ejército causaron una respuesta con la misma energía y lograron que a las juventudes se sumaran médicos y madres que se conformaron en una línea de defensa y protección.

El asesinato de Lucas Villa y el suicidio de Alison Salazar dieron nombres y rostros concretos a un movimiento muy diverso, pero que encontró víctimas comunes que les representaban. Y la respuesta gubernamental de “casos aislados” y “manzanas podridas” en lugar de aceptar responsabilidades no ayudó a mejorar la situación.

Para este punto, la retirada de la reforma y la caída del ministro Carrasquilla ya no servían de nada. Nuevas exigencias cayeron en cascada y cada día se acumulan más. En esos días, la opinión favorable a las protestas llegaba al 70% entre jóvenes, según el Centro Nacional de Consultoría (para junio ya estaría en 73% de la población general).

La respuesta de los gobiernos se caracterizó por su impericia. Duque no logró formular en algún momento un mensaje que relajara la tensiones, buscara la conciliación o se mostrara más comprensivo. Otros gobernantes como Claudia López dieron entrevistas que sonaban muy bonitas, pero no se veían respaldadas por una acción consecuente.

Y la cereza del pastel fue la presencia de Álvaro Uribe en CNN. Como si fuera un novato, el expresidente explotó. Gritó, se le subieron los colores, se mostró agraviado y hasta pidió tiempo adicional. Fernando del Rincón, el entrevistador, trató de calmarlo y bajó su tono (muy diferente a lo que hizo con la candidata del Perú, Dina Boluarte con quien mantuvo dureza de inicio a fin) ¿El resultado? Treinta minutos que pudieron ser oro para el uribismo se convirtieron en un video viral con un millón de visitas un día después que exhibió a Uribe, sirvió como burla contra él y recibió respuestas de todas las organizaciones criticadas en la conversación. Al bando uribista sólo le quedó decir que del Rincón era un periodista tendencioso y que el exsenador había sido acorralado. El problema es que a Uribe le creemos muchos papeles, menos el de víctima.

También los medios de comunicación nacionales y locales han ayudado a enfurecer más a las y los manifestantes. La cobertura que ha hecho énfasis en los actos violentos por parte de algunos que protestan, pero no ha dado el mismo peso a las agresiones contra manifestantes, trinos defendiendo a policías y acusando a Petro, ganaron que medios como Semana, RCN o Caracol vieran protestas y performances en su puerta. Y la actuación de los medios internacionales, más crítica y mostrando más ángulos ha servido de contraste.

Las redes sociales han tenido muchas funciones en el Paro, pero la desaparición de algunas transmisiones en vivo o la bajada de tráfico de algunos temas en Instagram ha provocado sospechas de que las voces colombianas además de oprimidas están siendo silenciadas, lo que deja un ambiente que se enerva.

Por último, el intento por sostener la Copa América fue el colmo ¿A quién se le ocurrió? De verdad ¿No están viendo lo que pasa?

Al ver esta cadena de respuestas sólo parece que se decidieron a aplicar un manual de cómo actuar frente a las marchas de la forma más estúpida posible. Es como esas series cómicas estadounidenses donde unos personajes eligen lo más tonto, sólo que allá da risa y aquí ha puesto al país en problemas. Lo peor no es todo lo que ha pasado, lo peor es que todavía podría haber más estupidez y eso nos llevaría a una escalada donde estas protestas nos parecerán un juego, porque a este paso nos enfilamos a una guerra civil si todas las partes no colaboran para relajar las tensiones y avanzar.

EHDM



Fuente: Instagram @saenz_art97

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